Bienvenidos!!!

31 de marzo de 2007

...Perder O Ganar?...
(Jaque Mate)
.
Difícilmente acepto un desafío. Y es que suelo anticiparme a los resultados. Para bien o para mal doy por hecho el final sin haber pasado por todo el proceso, sin seguir el famoso “conducto regular”...
Me explico: Si un atleta me reta a subir corriendo el Cerro San Cristóbal, me negaré rotundamente puesto que sé cuál será el resultado. No sólo llegaré a la cima 3 horas después que mi contrincante, si no que me odiaré por ser una mujer sedentaria, pararé en el camino emputecida con mi cuerpo, me fumaré un par de cigarrillos en los descansos, e intentaré por todos los medios seguir subiendo sólo para llegar a la cima y tirarle un par de garabatos a la cara al desafiante.
Cambiando al atleta por un viejo fumador gordito y cojo, la respuesta es la misma, otra vez me negaré rotundamente. La diferencia es que aunque me demore 3 horas en llegar a la cima, (igual de cansada que en el caso anterior), seré la ganadora y probable culpable de que el viejito termine en el hospital con un infarto.
.
El punto no es ganar o perder. Puede sonar redundante, pero el tema es aceptar un desafío porque el proceso mismo se hace un reto; más allá del resultado, es el reto lo que me incentiva a seguir, es la incertidumbre de no saber qué es lo que va a pasar...
En el fondo, es ponerme a prueba. A mí completa. A mi ego, mi mente, mi centro emocional (manojo de llantos, risas, rabias e histerismos compulsivos), mi capacidad de superación, de aprendizaje, de tomarme el juego con madurez... Y que el contrincante haga lo mismo... Y claro, siempre tratando de aplicar las mejores estrategias para lograr que mi rival no pierda el incentivo de seguir en el reto.
.
Tal como sucede en un partido de ajedrez. Y cuando acepto el juego es porque veo a mi contrincante como un par. Como un justo competidor. Como un buen rival.
Como uno de mi tamaño...
Y como dos caballeros (o un caballero y una linda damisela), con apretón de manos y mirándonos directo a la pupila izquierda, aclaramos las reglas del juego. Y se asumen con responsabilidad. Y se da por hecho la rectitud antes que nada, y la posibilidad de perder o ganar, siempre utilizando la estrategia limpia, poniendo a prueba la inteligencia del rival, tratando de ponerlo en Jaque para desarmar su estratagema, para debilitarlo poco a poco y así, finalmente, poder gritar asfixiada de alegría ¡¡¡Jaque Mate!!!
.
Y no sólo protejo mi Reino Blanco, sino que ataco su Reino Negro para conquistarlo, entonces lo embisto con mi infantería, (aunque suene raro, parto con mi Caballo derecho), él protege su bando con los Peones...decido salir adelante con uno de mis Alfiles como intentando evangelizar en medio de la batalla y él lo derriba frío y seguro con la gran Torre Negra del Lado Este de su Reino...
Mi Reina impetuosa cobija al inútil Rey y mi Rey asustado le pide ayuda a un huacho Peón, y sin embargo, logro dejar a mi enemigo igual de indefenso por haber realizado un estúpido movimiento...
.
Después de una ardua batalla, larga, agotadora pero entretenida y enriquecedora partida de ajedrez, debo (o debemos) por primera vez, optar por una tercera opción. Ahora pasó lo menos esperado. Ni entregué mi Reino, ni conquisté el suyo. Ni entregó su Reino ni conquistó el mío. Nadie perdió en la batalla... Nadie ganó... Hubo jaques, pero ningún mate. .
Por ahora, sólo podemos declarar el partido en Tablas.
.
Con mi vestido roto me encierro en el castillo blanco nuevamente. De todas formas fue bueno salir un rato. Aunque haya sido a enfrentarte.
.
Entonces te digo en voz baja, Buen Juego Caballero...
.
.
.